YOGUR
Francisco I de Francia sufría diarreas persistentes y ordenó traer desde Constantinopla a un médico de la corte del Gran Soliman para que le proporcionara esa “mágica pócima” que curaba enfermedades en el Imperio Otomano. En La India es conocido como “dali” y se le atribuyen propiedades divinas.
En 1900, el científico ruso Ilya Metchnikoff, biólogo del Instituto Pasteur de París y ganador del premio Nobel 1908, describió el proceso de fermentación de la leche y dio a conocer las bases para la elaboración del yogur que conocemos, así como los beneficios para el metabolismo gastrointestinal. Demostró que el yogur contenía bacterias capaces de convertir el azúcar de la leche -lactosa- en ácido láctico y que este ácido hacía imposible el desarrollo de bacterias dañinas en el intestino derivadas de la descomposición de los alimentos.
La acción sobre el sistema digestivo convierte al yogur en una auténtica defensa natural contra todo tipo de infecciones y enfermedades. Además, reduce el colesterol y permite absorber las grasas mucho más fácilmente, además de equilibrar el intestino, controlando los posibles casos de diarrea y estreñimiento. También minimiza los efectos negativos de los antibióticos y protege el estómago de la erosión que producen ciertos medicamentos.